Es oír la palabra despido y saltan las alarmas entre todos los profesionales con empleo. Se cierra una puerta, la única con la que contabas…¿Te suena?
También ocurre en la sociedad en general ya que existe un juicio muy profundo sobre las personas que han sido despedidas. Los que les rodean, se preguntan; ¿Qué habrá hecho mal? ¿Se lo merecerá? ¿Cómo va a encontrar otro trabajo? ¿Qué va a decir en la entrevista?… y así un sinfín de preguntas y juicios que sitúan a la persona como un@ pobre desgraciad@, en la piel del cuál no queremos estar, o como una víctima, «pobrecit@, ahora le costará llegar a fin de mes, debe estar hech@ polvo…
Quiero contaros que el despido no es más que una circunstancia que conlleva un fin de una etapa y el inicio de una nueva, como cuándo te enamoras por primera vez y te deja, recuerdas? El como pases esa nueva etapa está en tus manos, victimizarte, avergonzarte o verlo como una oportunidad de conocerte a ti mism@, descubrirte, aprovechar el tiempo tan valioso que ahora tienes a tu servicio en lugar de al de una empresa «X».
Tal vez sea el momento para arrancar ese proyecto que siempre has tenido en mente, para viajar y conocer nuevas culturas y personas con maneras de vivir diferentes, de formarte en aquello que realmente te interesa o de reciclarte. De nuevo la decisión recae en tus manos. Lo cuál es muy positivo porque aunque conlleva responsabilidad, aporta poder y satisfacción por el simple hecho de ejercerlo sobre nuestras vidas.
Lo que ocurre es que a menudo venimos de un mundo rutinario, con normas establecidas, con horarios, poca flexibilidad y escaso tiempo para hacernos preguntas. Esa sensación de tiempo robado. Luego, cuando somos dueños de tomar decisiones sobre ello puede asustarnos, bloquearnos e incluso hundirnos, y ahí está la fuerza de la actitud. «Todo depende del color del cristal con el que se mira», decía Ramón de Campoamor en una de sus versos.
¿Si las gafas de antes no te sirven ahora, para qué seguir llevándolas?
Recuerda que lo importante es darse la oportunidad. Tantas oportunidades como necesites. Tal vez las empresas no estén dispuestas a ello porque consideran que pierden en lugar de ganar, pero tu puedes puedes darte todas las oportunidades que necesites, permitirte el error, felicitarte por él y por el aprendizaje que te trae y con ello decirle al mundo que las reglas del juego han cambiado, que ya no tienes miedo, que ya no te vale cualquier cosa, que en lo que a ti te incumbe tienes la última palabra y que nunca más te sentirás culpable por no encajar en una cultura organizacional, o por no llegar a los objetivos, o por no soportar a ese jefe al que solo le preocuparon tus resultados.
Aprovecha este momento para definir tu misión y tu visión y revisa tu escala de valores. Canaliza esa energía en productividad.
Espero haber invitado a la reflexión a empleados y desempleados, a empresarios y emprendedores y sobretodo a aquellas personas que en este momento sientan que después de un despido no hay salida.
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